Compartir piso con una tía buena a veces lleva a estas cosas. Ella en realidad lo andaba buscando, todos los días haciendo la zorra para ponerme caliente. Es lo que solemos llamar una calientapollas. Hasta se comía los plátanos como si fueran pollas. La cosa llegó tan lejos que un día ya no aguanté más y exploté. Eso de pasearse en ropa interior por el piso merecía al menos que me comiera la polla. La zorra ni se lo pensó y lo hizo.
Al poco de esa mamada impresionante me la estaba follando allí, no me lo podía creer, con lo buena que estaba… fue pensarlo y correrme, tuve que sacar mi polla en el último segundo para no dejarla preñada.
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